El cálculo de la rentabilidad en las sociedades y entidades
La rentabilidad es la relación entre el gasto, esfuerzo o inversión que se ha realizado en una determinada actividad y el beneficio que proporciona. Pese a que la supervivencia de un negocio reside en si es o no rentable, muchos empresarios no calculan la rentabilidad de sus sociedades, bien porque no saben cómo hacerlo o bien porque desconocen la importancia que realmente tiene, especialmente en los negocios más pequeños o aquellos que han funcionado desde hace muchos años. O lo que es peor, la calculan sobre parámetros no procedentes.
Para calcular la rentabilidad de tu sociedad lo mejor es acudir a tu asesoría empresarial, aunque hoy vayamos a explicar brevemente cómo podemos calcular la rentabilidad de un negocio.
En primer lugar, debemos hacer una división entre dos conceptos que comúnmente se confunden: eficacia y eficiencia.
La eficacia es la capacidad que tiene la empresa para alcanzar los objetivos que se ha fijado en su plan empresarial y la eficiencia la forma en que optimiza los recursos para alcanzarlos. Por ejemplo, un estudio de arquitectura puede tener un buen grado de eficacia porque ha alcanzado sus objetivos pero no de eficiencia porque ha gastado más de lo que tenía previsto en determinados materiales o ha necesitado de más personal del deseado para cumplir esos objetivos. Del mismo modo, puede ser eficiente porque los recursos estén muy optimizados pero no ser eficaz por no ser capaz de alcanzar esos objetivos anteriormente mencionados.
A partir de ahí, debemos tener en cuenta que no existe un solo concepto de rentabilidad de la empresa, sino distintas formas de medirla. Las bases sobre las que se puede medir la rentabilidad de una sociedad, esencialmente, son sobre las ventas, sobre los fondos propios o sobre los activos. Y el resultado que obtenemos puede ser muy distinto: una sociedad puede ser muy rentable sobre ventas pero no tan rentable sobre activos o al revés y eso no quiere decir ni que sea rentable ni que no lo sea, simplemente, cada tipo de negocio debe tener en cuenta unas magnitudes a la hora de definir su rentabilidad.
Pese a ello, el objetivo de toda empresa a medio y largo plazo es ser rentable sobre su nivel de ventas.
Lo siguiente que debemos tener en cuenta es que las empresas tienen un beneficio después de impuestos (BDI), un beneficio antes de impuestos (BAI), un beneficio antes de amortizaciones e impuestos (BAAI) y un beneficio antes de amortizaciones, intereses e impuestos (BAAII) y esos beneficios básicos con los que se trabaja los podemos interrelacionar con los 3 conceptos básicos: ventas, fondos propios y activos.
La rentabilidad sobre las ventas:
La rentabilidad sobre las ventas mide la relación entre los precios de venta de los productos o servicios de la empresa y los costes de producción que éstos generan y se calcula dividiendo el Beneficio bruto (beneficio después de impuestos) entre las ventas.
Si una empresa tiene unas ventas de 100 y tiene un beneficio de 10 después de impuestos, está obteniendo una rentabilidad, después de impuestos, del 10% sobre ventas.
El objetivo de los beneficios después de impuestos tiene que ser positivo siempre a largo plazo, si no es así, la empresa tenderá a desaparecer.
La rentabilidad sobre los fondos propios:
Otra forma de medirlo la rentabilidad es el beneficio sobre los fondos propios. Esto nos da la rentabilidad que está obteniendo el inversor sobre el dinero que ha invertido en la empresa, ya que los fondos se componen del capital inicial con el que se ha empezado la actividad más el importe de las reservas, que son los beneficios que no se han distribuido.
La suma de estas 2 partidas, (capital + reservas), es todo el dinero que de una forma u otra, directa o indirectamente, los inversores han depositado dentro del capital de la sociedad, con lo cual tenemos que el Beneficio después de impuestos sería la rentabilidad que se obtendría a esa inversión.
Es decir, en este caso, si tenemos unos fondos propios de 50 unidades y obtenemos 10 de beneficio, los inversores tienen un 20% de rentabilidad. Esos beneficios pueden estar o no distribuidos.
También podríamos calcular la rentabilidad de los inversores no por el beneficio de la empresa sino por los dividendos que percibe: si de los 10 que ha ganado la empresa, decide repartir 5, la rentabilidad líquida seria del 10%
La rentabilidad sobre los activos:
La tercera forma de medir la rentabilidad es sobre los activos (maquinaria, existencias, clientes, instalaciones…) La ROA se usa para medir la rentabilidad de los activos totales de una sociedad, estableciendo así una relación entre los beneficios y los activos totales de la entidad.
Si una empresa tiene unos activos de 1000 y el beneficio ha sido los 10 antes mencionados, su rentabilidad es del 1%.
¿Qué forma de medir la rentabilidad interesa más a mi sociedad?
Evidentemente, estas tres formas de medir la rentabilidad son muy diferentes y sus resultados en una determinada magnitud pueden no ser excesivamente determinantes en nuestra sociedad mientras que para otra sociedad sí lo sería y viceversa.
El beneficio puede ser medido después de impuestos, antes de impuestos, antes de amortizaciones e impuestos y antes de amortizaciones, impuestos e intereses. Estas serían las cuatro magnitudes principales sobre las que se podría medir el beneficio sobre ventas, fondos propios o activos.
Sirva para explicarlo una empresa que tenga los siguientes resultados:
- Ventas: 100.000
- Fondos propios de capital: 5.000
- Fondos propios de reservas: 80.000
- Activos: 200.000
- Gastos Generales: 80.000
- Amortizaciones: 6.000
- Intereses: 4.000
- Beneficio: 10.000
A partir de ahí, podríamos obtener los siguientes resultados para analizar su rentabilidad:
- Beneficio antes de amortizaciones, impuestos e intereses: serían 20.000
- Beneficio antes de impuestos y amortizaciones: 16.000
- Beneficio antes de impuestos: 10.000
- Beneficio después de impuestos, considerando que sería aproximadamente el 30%: 7.000
Como hemos mencionado anteriormente, la interpretación de las cifras depende del tipo de empresa: puede ser bueno obtener una rentabilidad del 1% sobre activos o del 5% sobre ventas, dependiendo de todo el activo que la empresa necesite para poder vender 100. Una empresa de fabricación tendrá un activo mucho más grande que una empresa de distribución, por ejemplo.