Hace pocas semanas, analizamos en el blog de nuestra asesoría fiscal el papel de los accionistas en una empresa familiar. Los accionistas son aquellos que poseen la propiedad de la empresa familiar (fundador, descendientes, personas y entidades externas…). También vimos cómo la propiedad de la misma se va haciendo más compleja conforme avanzan las generaciones (empresas de segunda generación, empresas de primos…) y qué puede hacer nuestra asesoría por nosotros en este sentido. Hoy vamos a explorar la política de reparto de dividendos en la empresa familiar: el reparto de beneficios en los negocios familiares.
Como ya hemos visto anteriormente, las empresas familiares tienen una complejidad algo mayor que las que no lo son. La principal causa es, especialmente, el solapamiento de intereses entre la empresa y la familia. Somos una empresa pero también somos un proyecto familiar y ello puede complicar mucho las cosas. Además, cada uno de los miembros de la familia (y de la junta) tenemos nuestras necesidades específicas. En cuanto al reparto de dividendos, ocurre exactamente lo mismo: habrá miembros que deseen realizar el reparto de beneficios de un modo completamente contrario a los deseos del otro.
La política de reparto de dividendos en empresas familiares
La política de dividendos es el plan de acción de una empresa para el pago de rendimientos a los accionistas. Hasta ahí, todo es bastante sencillo. Las acciones de la empresa (familiar o no) están divididas en porcentajes entre los propietarios de la misma y algunos tienen roles en la gestión de ella y otros no. A la hora de repartir los dividendos, hemos de tratar de fusionar correctamente dos necesidades: Por un lado, la búsqueda de la riqueza de los accionistas como individuos. Por otro, las necesidades de financiación de la propia empresa. Hemos de equilibrar estos dos puntos para que el reparto de dividendos sea satisfactorio para todos los accionistas.
De hecho, el objetivo final de una buena política de dividendos está en conseguir compatibilizar la satisfacción de los accionistas con la maximización del valor de la empresa. ¿Son estos dos objetivos compatibles? Pueden serlo, aunque no es tarea sencilla.
El reparto de dividendos, fuente de conflicto en las empresas familiares
El reparto de los beneficios puede ser uno de los puntos más conflictivos entre los accionistas de la empresa familiar. Aquí entran los intereses personales en choque con los empresariales. Cada uno de los propietarios tiene una opinión sobre qué hacer al respecto. Los accionistas activos, aquellos que trabajan en la empresa, suelen estar más implicados que los pasivos. Asi, están más por la labor de conservar el beneficio en la empresa que los que no trabajan en ella. Aún así, depende -o suele depender- mucho de las necesidades personales de liquidez.
Cuando el fundador inicia la gestión de la empresa, no hay una discrepancia que tratar. Con la segunda generación es donde comienza a percibirse que se trata de una empresa familiar en lo que a reparto de dividendos se refiere. Sin embargo, cuando suele convertirse en un problema es a partir de la tercera generación. Son los nietos del fundador quienes ahora poseen la propiedad de la misma y cada uno tiene una situación diferente. Lo más probable es que no todos ellos trabajen en la empresa. cada uno tendrá unas necesidades económicas personales, un diferente nivel de implicación con la empresa, una distinta percepción de la misma…
¿Cómo se alcanza el punto de equilibrio entre necesidades personales y necesidades de la empresa?
Imaginémonos que la mayoría de los socios de la empresa tienen políticas conservadoras consistentes en reducir el reparto de dividendos y maximizar el capital de la empresa. Esto puede ser muy importante para ganar independencia y reducir las necesidades de financiación externa. Sin embargo, otro grupo de socios prefiere saciar sus necesidades personales de liquidez y optar por un mayor reparto de dividendos. ¿Qué hacemos?
La primera recomendación es que se consulte a una asesoría de empresas externa. Incluso aunque los socios de la sociedad familiar tuvieran conocimientos técnicos cobre administración y dirección de empresas, esto siempre es recomendable externalizarlo. ¿Por qué? Porque una asesoría externa es objetiva, imparcial y sobre todo, incrementa la confianza de los accionistas.
La asesoría/consultoría de empresas analiza la situación y opta por alguna de las opciones propuestas ante una junta dividida. De este modo, es más sencillo obtener la aceptación de aquellos cuyos intereses personales se han visto afectados en la decisión. En resumen, no es lo mismo que lo decidan el resto de accionistas, que que lo decida un experto externo. Alguien que ha analizado detalladamente la situación de la empresa y de los accionistas de la misma y no atiende a necesidades personales.
¿Cómo se trabaja para pactar un reparto de dividendos adecuado?
Sirva como ejemplo un caso que tuvimos hace algunas semanas en nuestra asesoría. Uno de nuestros clientes, una empresa familiar que ahora es propiedad de cinco hermanos, tenía dudas acerca del reparto de dividendos. De los cinco mencionados, sólo uno de ellos no trabaja en la empresa. El resto, obtienen retribuciones por realizar diversas funciones en la misma. Retribuciones que, por norma general, eran más elevadas que lo que se suele pagar a otro trabajador por el mismo trabajo.
Tras analizar su situación, la recomendación que les propusimos fue la siguiente: en primer lugar, que buscasen un consultor que no fuera la que habitualmente les asesora en el resto de materias de consultoría, fiscal, laboral, mercantil… es decir, que no fuéramos nosotros. ¿Por qué? Porque llevamos muchos años asesorándoles y consideramos que, en esta fase, la imparcialidad debe ser absoluta.
En segundo lugar, les propusimos un mapa en el que los beneficios o dividendos se estructurasen en tres partes:
Por un lado, reservar una parte de los dividendos para que la empresa pueda seguir creciendo. Esto implica conservar parte del beneficio dentro de la propia empresa.
En segunda instancia, dedicar otra parte de los dividendos a la revisión de los salarios. Se recomienda que los sueldos sean acordes a la función ejercida y no mayores por el hecho de ser accionista o heredero. Por ejemplo, si la empresa se hubiera tratado de una empresa de hostelería y uno de los socios trabaja de camarero, no tendría una retribución muy por encima del salario habitual de un camarero. Sin embargo, se puede establecer un sistema de retribuciones complementarias para compensar esos salarios.
En tercer lugar, calcular cuál será la parte del beneficio que será repartido a dividendos.
Trazando esa línea divisoria en los beneficios de la sociedad (y estableciendo cuál será el porcentaje adecuado) tendremos cubiertas todas las necesidades. Por un lado, las específicas de cada uno de los socios. Por otro, la parte reservada a mejorar las necesidades de liquidez de la empresa y por último, a la revisión de los salarios.
La carga fiscal del reparto de dividendos
Además, en cuanto a temas fiscales, podemos vernos muy afectados. Como norma general, el reparto de dividendos tiene una alta carga tributaria. Nuestra asesoría nos informará sobre las consecuencias de cada una de las opciones con la Administración. Por ello es conveniente recurrir a una consultoría empresarial que cuente con un departamento de asesoría fiscal.
Cuando el accionista recibe sus beneficios, ha de contar con una doble imposición tributaria. Por un lado, los beneficios a través del Impuesto de Sociedades. Por otro, la retribución del capital en el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas IRPF. Si se cumplen determinados requisitos, se puede aplicar la deducción por doble imposición, pero el reparto de dividendos siempre incurre en cargas fiscales. Se debe consultar siempre con un asesor fiscal.
Otros factores subjetivos que influyen en el reparto de dividendos
La implicación con la empresa familiar es uno de los puntos que más influyen en esta ecuación. Cuando el accionista (familiar) está implicado con la empresa, tiende a “sacrificarse” para que los beneficios queden en la empresa. Cuando no lo está, tiende a querer recibir beneficios sin preocuparse de la necesidades reales de la misma. Pero especialmente, lo que influye en este punto es la percepción que tengan de la misma. Aquellos que ven la empresa como el resultado del esfuerzo de su padre (o abuelo) son más proclives a contribuir a su supervivencia. Independientemente de sus necesidades personales, económicas o simplemente, de liquidez.
Veamos un ejemplo sencillo. En el ejercicio de 2016, una empresa familiar pudo repartir entre sus accionistas el 30% de sus beneficio neto. Sin embargo, en 2017, el reparto será de un 20%, un 10% menos, con la intención de mejorar la situación financiera de nuestra empresa. Algunos socios podrán estar de acuerdo con esta decisión y otros podrían no estarlo. ¿De qué depende, además del grado de implicación?
La capacitación de los accionistas también influye en su capacidad de cesión ante las políticas de reparto de dividendos
Otro de los puntos que influye muy directamente en la negociación del reparto de dividendos es la capacitación. Algunos de los accionistas son capaces de ver la empresa familiar como lo que es, una empresa, y otros no. ¿Qué queremos decir con esto? Que los accionistas que tienen visión estratégica, conocimientos financieros o perspectivas empresariales tienden a aceptar mejor políticas de dividendos que benefician a la empresa antes que a ellos mismos. En definitiva, que adapta sus necesidades personales a las necesidades de los flujos de la empresa.
Cuando un accionista no tiene tantos conocimientos, puede poner por encima sus necesidades de liquidez frente a las necesidades de la empresa. Evidentemente, esto puede suponer un problema para la empresa. Especialmente si el paquete accionarial de este tipo de accionistas es alto. ¿La solución? Encontrar una asesoría de empresas de confianza que nos ayude a encontrar ese equilibrio entre ambas partes.
Sin embargo, hay algo muy positivo de ser una empresa familiar llegados a este punto. En las empresas familiares, suelen darse menos casos de aquellos accionistas que ven la empresa familiar como cualquier otra de sus inversiones. La parte negativa es que conforme evoluciona la empresa familiar y se suceden las generaciones esto cambia. A más herederos, la participación de cada uno de los accionistas es menor. Esto implica que el porcentaje de beneficios es menor y con ello, se reduce notablemente la implicación. ¿Es recomendable, en esos casos, vender nuestra participación en la empresa? En muchas ocasiones, puede serlo.
El valor del concepto de familia en el reparto de dividendos
Uno de los factores que más determinan el reparto de dividendos en la empresa familiar es el valor que cada accionista le dé al concepto de familia. Hay accionistas que consideran la empresa familiar un legado. Algo que fundó su padre, su abuelo, su bisabuelo, y por el que se ha de luchar. Otros, ya no tienen ese sentimiento de legado. Consideran la empresa familiar simplemente como una entidad de la que son accionistas y quieren obtener rentabilidad a corto plazo.
Si la empresa tiene necesidades de liquidez, dos van a ser las principales opiniones al respecto. Habrá unos accionistas que considerarán que para ello se debería recurrir a la banca en lugar de a los beneficios de la empresa. Otros, que las condiciones de los créditos son menos ventajosos y quieren seguir manteniendo la reducción de la carga financiera.
Todos estos puntos que hemos estado analizando son más bien subjetivos. El grado de implicación, el valor del concepto de familia, las necesidades de liquidez específicas, los conocimientos empresariales de los socios… por lo que recurrir a alguien objetivo puede ser la solución al problema.
Entonces, ¿Cuál es la mejor opción para establecer la política de dividendos en la empresa familiar?
La mejor opción es aquella que combine las necesidades de la empresa con las de los accionistas. Esto dependerá de las circunstancias personales de los propietarios y de las necesidades de liquidez de la empresa. Por supuesto, teniendo en cuenta las elevadas cargas fiscales del reparto de dividendos.
Si los accionistas tienen deseos contrapuestos (mayor reparto de dividendos frente a mayor preservación de la liquidez de la empresa) hemos de encontrar ese punto de unión. El protocolo familiar está para resolver estos puntos antes de que deriven en conflicto. Cuantos más recursos conserve la empresa, más podrá crecer. Sin embargo, cuantos más recursos tengan los accionistas, más podrán hacer crecer su economía de forma individual. ¿Cómo alcanzar ese punto de equilibrio? No hay ningún secreto de manual. Lo importante es que una opinión experta externa nos ayude en el proceso y estudie nuestro caso de forma personalizada.
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