Una de las reglas básicas para cualquier empresa que quiera perdurar en el tiempo es que debe adaptarse al cambio. Si una sociedad quiere sobrevivir debe saber que reorientar sus productos y/o servicios hacia las nuevas tendencias de consumo es clave. La economía colaborativa está en auge desde hace algunos años y este 2016 está demostrando que ha venido para quedarse, al menos, una larga temporada.
La economía colaborativa y cómo adaptar nuestra empresa a ella
Hace algunos meses os hablábamos sobre los cambios en la tendencia de consumo hacia una mentalidad más concienciada con el cuidado del medioambiente y del cuerpo humano, incrementándose el consumo de productos ecológicos, reciclados, artículos sin compuestos químicos y vimos cómo distintas empresas y negocios de todos los tamaños trataban de adaptarse a todos estos cambios. Hoy vamos a hablar sobre los cambios en la forma de consumir derivados de la economía colaborativa.
La economía colaborativa no es más que el resultado del consumo colaborativo y que consiste en satisfacer una necesidad a través de la interacción con otra persona que puede cubrirla. Lo que antiguamente era el “trueque”, hoy es economía colaborativa. ¿La diferencia? Que internet abre todo un mundo de posibilidades en esta creciente tendencia.
Su esencia es “compartir en vez de poseer” y, pese a que ha existido siempre, es con la popularización de internet cuando empieza a cobrar una verdadera relevancia gracias a las oportunidades de comunicación que ofrece el medio entre personas que no se conocen y que viven en distintos lugares.
¿Cómo afecta la economía colaborativa a las empresas?
Según la consultora PriceWaterhouseCoopers, la economía colaborativa representará 335.000 millones de dólares en 2025. De esta estimación, algunas se tratarán de empresas tradicionales que se adapten al cambio, pero la mayoría consistirá en nuevas empresas que, de la mano de sus emprendedores, generen nuevas formas de compartir entre clientes y consumidores.
La economía colaborativa crea nuevas formas de emprender.
Algunos ejemplos claros y ya conocidos por todos son BlaBlaCar (algo tan sencillo como dos desconocidos que comparten coche -y gastos- en un trayecto Valencia Madrid), Airbnb, (un particular que alquila su casa en Valencia a otro particular que vive en Madrid) o Relendo (alquiler de objetos simples que usamos con poca frecuencia -como una taladradora- entre particulares que se encuentran en la misma zona). Las opciones son infinitas.
Miles de aplicaciones tecnológicas surgen en los últimos años que están basadas en el consumo colaborativo para adaptarse a esta creciente tendencia. ¿Para qué quiero comprar un producto que usaré dos veces al año si puedo compartirlo con otro usuario? Si esa es la mentalidad del consumidor, lo lógico es que las nuevas empresas que surgen intenten nacer ya desde la perspectiva de la economía colaborativa.
Sin embargo, nos surge una pregunta importante:
¿Qué pasa con las empresas tradicionales?
Esta metamorfosis hacia una economía colaborativa, como es evidente, hace a las sociedades y empresas más longevas plantearse cómo pueden modificar su estructura empresarial para adaptarse a unos tiempos en los que los consumidores están dispuestos a compartir sus productos y servicios.
Cuando vamos a comprar un billete de AVE Valencia – Madrid, nos encontramos con que la tarifa más económica se puede obtener en un billete de mesa, pero también comprobamos que debemos ser cuatro los que viajemos para poder optar al descuento. El usuario quiere poder beneficiarse del descuento por viajar en mesa a pesar de no tener otros tres compañeros con los que viajar y eso sólo quiere decir una cosa: ahí hay una necesidad que no está siendo satisfecha. Como consecuencia, nace una aplicación española que lo pone muy sencillo: compartir la mesa con otros desconocidos que también quieren viajar desde Valencia. Si Renfe fuera una empresa privada, debería hacerse una pregunta: ¿Por qué no he sido yo el que he creado esta aplicación y me he esperado a que otros la creasen para usar mis servicios de forma compartida?
Esta es la razón por la que muchas empresas actuales recelan de la economía colaborativa: quieren mantener sus números. Les gustaría que los consumidores siguieran comprando productos que sólo van a usar dos veces al año, que cada uno viajase en su propio coche hasta Barcelona y que si cuatro desconocidos van a coger un taxi, sean cuatro taxis los que presten los servicios. Pero cuando se trata de cambios en los hábitos de consumo, las quejas no sirven de nada. Es la empresa la que debe buscar cómo adaptarse a las exigencias de los clientes.
La lucha entre Blablacar y los taxistas ha sido conocida desde que se popularizase la aplicación de compartir trayectos. El gremio de los taxistas se ha quejado hasta la saciedad y los consumidores no sólo han seguido compartiendo coche, sino que la tendencia continuaba en alza. Si Blablacar no era ya suficiente competencia para los taxistas, nace un tercer componente en esta batalla: una aplicación para compartir taxis entre usuarios que no se conocen.
¿No habría sido mejor para el colectivo de los taxistas que precisamente fueran sus propias asociaciones, que ya están conectados vía RadioTaxi, las que hubieran creado su propia aplicación para compartir taxis, en vez de esperar a que JoinupTaxi lo hiciera?
En los tiempos que corren, no sólo hay que adaptarse a lo que quieren los usuarios, sino que hay que hacerlo rápido. Si esperamos demasiado tiempo a que nuestra empresa escuche a los consumidores, corremos el riesgo de que sean otros quienes lo hagan. La mentalidad del empresario debería ser: “Muchos usuarios van a compartir coche sí o sí. ¿Qué puedo hacer para que, al menos, sea el mío el que compartan?” y a partir de ahí, definir de qué forma puede la empresa adaptarse a ello.
Eso mismo hizo el conocido portal de alquiler de viviendas Idealista. Se dio cuenta de que muchos usuarios estaban optando por alquilar apartamentos de particulares para estancias cortas (turísticas) en vez de alojarse en hoteles y creó la aplicación que, a día de hoy, más rentable es en España de aquellas que se dedican al consumo colaborativo: Rentalia, un portal de alquiler de viviendas vacacionales para estancias cortas entre particulares, ingresando 2,2 millones de euros en 2014.
Por esta razón, es importante que desde nuestras empresas nos planteemos cómo podemos adaptarnos a todos los cambios que se generan en la sociedad. El consumo colaborativo va a seguir creciendo a lo largo de los próximos años y esta reflexión es importante para cualquier empresa cuyo cliente sean consumidores particulares. Si desea contratar nuestros servicios de consultoría empresarial, póngase en contacto con nosotros a través de info@ramon-asociados.com o en nuestra página web: